Luis Sendra es el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana (COACV). En esta entrevista, concedida al Colegio de Administradores de Fincas de Valencia y Castellón en el marco del Día Mundial de la Arquitectura (2 de octubre), conocemos la relación entre los administradores de fincas y los arquitectos.
¿Cómo de especial es para Luis Sendra el Día Mundial de la Arquitectura?
Muy especial, porque con este motivo celebramos una semana de actos en toda la Comunidad Valenciana reforzada con una entrega de insignias de 25 y 50 años de profesión y con los premios bienales de Arquitectura. Éstos se conceden a Hortensia Herrero, por la difusión que propicia a favor de la disciplina, ya que con su Fundación está rehabilitando edificios y abrirá un museo al público el 10 de noviembre; y en el capítulo de la trayectoria profesional, lo que consideramos Mestre de Arquitectura, será concedido al ilicitano Antonio Serrano Bru. Además, pondremos unas placas a edificios de Calpe, Oliva, Valencia y Benicàssim del DoCoMoMo, de la etapa de la Documentación del Movimiento Moderno. Son edificios que por su edad no están protegidos todavía pero que, por su arquitectura, rompedora con lo anterior, proponemos que se protejan.
¿Cómo percibe la sociedad valenciana la figura del arquitecto?
Entendemos que cada vez mejor, porque el arquitecto procura con su trabajo el bienestar común. Su trabajo no se queda en un cajón, se queda en la ciudad y lo ven muchas generaciones. Y la sociedad percibe que la ciudad está hecha por la mano de los arquitectos en su diseño. Las ciudades se van haciendo sobre las ciudades anteriores; muchas cosas se van y otras muchas se van quedando. Y con la cultura de la protección cada vez tenemos más cosas de épocas más recientes.
¿Qué protege y rehabilita ahora esa nueva cultura?
Ahora procuramos que a algunos edificios del Movimiento Moderno no les pase la apisonadora por encima y que desaparezcan estructuras que se levantaron en su momento con una voluntad puntual pero que atesoran una categoría para ser conservados. Como, por ejemplo, los del campus de Blasco Ibáñez de Valencia, que se concibieron para dar clase pero no como hangares, sino con una singularidad, una vocación, una acústica, una funcionalidad, una iluminación, con criterios minimalistas y materiales de una época que inicia en Europa la Bauhaus.
¿Cómo han evolucionado a lo largo de los años las fincas?
La sociedad evoluciona continuamente y no podemos criticar con los ojos de hoy las generaciones de los años 50, 60 o 70, que son bastante estables. El INE cada cinco años revisa el IPC y ves a partir de los productos más demandados cómo es esa evolución. En los 50, 60 y 70 uno de los indicadores era el consumo de brandy y en las casas se recibían más visitas que hoy en día. Por eso se tenían espirituosos para recibir a los invitados. Algo que condicionaba la distribución de las fincas y de las viviendas, con salones de invitados; hoy las cocinas están integradas en los salones; en aquella época el comedor estaba separado de la cocina, y además había salón y salita. Algo que ha ido evolucionando con el tiempo.
¿En qué punto de esa evolución nos encontramos en estos tiempos de postpandemia?
La Covid-19 puso en auge de nuevo las fincas con terrazas, con lo que conllevan de pérdida de edificabilidad y de coste de construcción, ya que su voladizo apareja una inversión superior de construcción. Hasta el punto de que se esté barajando que las terrazas no computen edificabilidad, de tal manera que las puedas tener sin utilizar derecho a edificar para hacerla.
Con todo, si quieres mantener viva la imagen de una ciudad no se consigue con un solo edificio o tendencia, sino con lo que en una época y en una zona se construya.
¿Y cómo actúan los arquitectos para conseguirlo?
Los edificios los han hecho arquitectos y al cabo de muchos años se derriban o se sustituyen. Como he dicho, la obra del arquitecto pervive a su etapa vital. Lo normal es que, salvo catástrofe, su obra la vean varias generaciones. Si está marcando un periodo, además, algunas de ellas se rehabilitarán o recuperarán y no será difícil que duren menos de 300 años. Nosotros trasladamos a la sociedad mediante obras aquellas cosas que la sociedad en cada momento demanda, incluso influimos con nuestras ideas que la sociedad esté al día. Y todas las ciudades no entran en el mundo en la misma época. Mientras en España vivíamos la posguerra en los 40, muchos arquitectos viajaron a Europa para ver lo que se había hecho, lo que seguía haciendo del Movimiento Moderno, y bebieron de esas fuentes para trasladarlo a sus puntos de origen.
¿Cuál es la vida útil actual de un edificio?
La vida útil de los edificios es muy grande porque se hacen con una envolvente de seguridad muy elevada. Pero las características y la evolución de las sociedades piden nuevas cosas, por lo que el tiempo que suele estar un edificio no importante, cotidiano, por lo menos son 150 años, entre cuatro y seis generaciones. Si hay presiones urbanísticas, como en los 70 y en los 80, la sustitución es mayor. Por aquel entonces se cambiaron calles de tres alturas a seis; hoy estamos en fases contrarias, con edificios de 9 alturas que pasan a tener 5 o menos, lo que provoca que muy probablemente alguien se tenga que ir de esos edificios y que se den rehabilitaciones fuera de ordenación por la pérdida de viviendas en esas fincas.
¿Qué importancia tiene para los arquitectos la existencia de un Colegio?
El Colegio es una institución de ámbito nacional que funciona a modo de pirámide, con el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, donde están los 17 decanos, uno por cada comunidad autónoma; de los que, a su vez, dependen estructuras provinciales, los colegios territoriales no oficiales que, con las demarcaciones que los complementan, gestionan y supervisan los visados o revisiones de los productos que fabricamos. Gracias a la digitalización, se ha mejorado mucho la relación del arquitecto con el Colegio y la del arquitecto con la sociedad. Cualquier proyecto antes de poder empezarse ha de tener una supervisión pública, bien sea por una licencia o por una declaración responsable, depende del nivel del proyecto.
¿Cuántos arquitectos colegiados hay en la Comunitat Valenciana?
Arquitectos colegiados ejerciendo hay 6.500; pero hay más arquitectos, unos 4.000, que no están colegiados porque su ejercicio no requiere de colegiación, porque su vida profesional ha ido por otros derroteros o porque se dedican a trabajos de supervisión para otros arquitectos.
¿Cómo es la implicación de los arquitectos colegiados en el día a día del Colegio?
El que trabaja es súper proactivo, al 100%, porque necesita al Colegio para visar su trabajo. Y hay 6.500 arquitectos colegiados que visan sus trabajos con el Colegio necesariamente conforme dice la ley. Luego están los temas culturales, con actividades convocadas por el Colegio en el que participan una media de unas 150 o 200 personas. Y las formaciones, que también tienen muy buena respuesta porque atienden y actualizan el día a día de los arquitectos, como la forma de presentar proyectos con una nueva tecnología, por ejemplo.
¿Cómo es relación del arquitecto con el administrador de fincas?
La relación entre el arquitecto y el administrador tiene dos etapas. Si es una obra nueva, el administrador no aparece hasta que la obra está construida. Si es una obra de rehabilitación, se da en un edificio que ya existe y, por lo tanto, ahí ya hay un administrador de fincas, que ya trabaja en un edificio resolviendo los problemas cotidianos relacionados con la luz, el agua, el seguro de la comunidad, etcétera y otros trabajos de mejora en los que no entra un arquitecto, como los que recoge la Ley de Propiedad Horizontal, que dice que la comunidad está llena de propietarios que deciden lo que se hace en su casa, pero en los elementos comunes (cubiertas, fachadas, desagües…), tienen que ponerse de acuerdo todos. Y ahí es donde entra la figura del administrador.
¿En qué intervenciones actúa el arquitecto entonces de manera conjunta con el administrador de fincas?
En los problemas relacionados con elementos de peligro, como el edificio que tiene patologías estructurales y cambios estéticos, que sí requieren de la figura de un arquitecto. Ahí trabajamos en común. Pero en realidad, el arquitecto lo que hace es velar por la estabilidad y seguridad. En el ornato, va por gustos y la figura del administrador consigue que se pongan de acuerdo en la elección de un color de la fachada, por ejemplo. Hace de interlocutor con otros, con la administración y con técnicos de los problemas y soluciones de una comunidad de vecinos. Nosotros hablamos con ellos cuando un edificio tiene patologías de cierta importancia o cuando el edificio se ha terminado, que se busca un administrador para que organice el futuro de ese edificio. Esa es, básicamente, la esencia de nuestro vínculo profesional.
¿Qué relación mantiene el Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana con el Colegio de Administradores de Fincas de Valencia y Castellón?
Nuestra relación es muy buena, tanto institucional como personal. Colaboramos mutuamente para ayudar a la Administración o para la resolución conjunta de cuestiones, como por ejemplo el enfoque de una normativa nueva. Se nos escucha más si estamos juntos. Y luego está la relación personal, con invitaciones comunes a eventos y actividades. En lo personal, con el presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Valencia y Castellón, con Sebastián Cucala, tengo una excelente relación, nos llevamos muy bien.
¿Cuántos arquitectos contemplan la administración de fincas como salida profesional?
No son muchos. Sí hay muchos arquitectos que trabajan para administradores de fincas.
¿Cómo concebir las fincas o edificios del futuro?
La tecnología avanza tan deprisa que a lo mejor lo que tú crees que es una intervención anticipada a futuro no te garantiza que te adelantes a lo que viene. Ahora mismo es más importante que las obras están actualizadas a la normativa y a las necesidades reales de las sociedades, no te puedes adelantar a lo que no existe. Tú lo que tienes que hacer es las cosas bien y la sociedad civilizada va marcando con sus necesidades y posibilidades técnicas cómo hacerlas. También hay tecnologías muy bien vendidas hoy que resultan caras de reemplazar hasta que no se generalizan y se demandan por buena parte de la sociedad, porque cuando una cosa funciona, se impone. Y los arquitectos estamos al día de lo actual, pero eso no quiere decir que mañana no cambie y el edificio que has hecho hoy tenga carencias por lo que alguien invente en un futuro.
En términos generales, ¿cómo valoraría la salud de las fincas de la Comunitat Valenciana?
Aquí la gente no pasa ni excesivo calor y ni excesivo frío en sus casas. Pero sí es cierto que se construyeron en una época, sobre todo las de los años 60, que presentan unas carencias enormes. Porque, por ejemplo, tienen una pared donde tendrían que haber una pared, un aislante y otra pared. Hay mucho edificio antiguo, un parque envejecido que necesita una actualización. Y esa actualización, independientemente de la salubridad y mantenimiento que toca, necesita que esas paredes, esa envolvente, mejore. Para que también el consumo de energía, que va a más, pues vaya a menos y, a la larga se amorticen esas intervenciones. Lo que pasa es que son amortizaciones de 10 o 15 años y a la gente y a sus economías domésticas les frena. En definitiva, las actuaciones de ornato se quedan como lo último entre las prioridades de las fincas, seguidas por las de salubridad y seguridad. Porque es obligatorio para los propietarios mantener en perfecto estado de seguridad los edificios, entre otros motivos.